Sábado santo: “Preparación para la gran noche”


“Preparación para la gran noche”

Cada uno de nosotros hemos sido testigos, al igual que los discípulos y algunas mujeres de la más grande prueba de amor que Jesús ha tenido por los hombres, ha entregado su vida en el madero, siendo inocente, aceptó morir por la salvación de cada uno de nosotros.

En este día toda la Iglesia guarda un santo silencio, al igual que lo hicieron aquellos discípulos que acompañaron a Jesús, porque estamos meditando el misterio de amor de Dios para con el hombre, contemplamos la tumba en donde hemos colocado el cuerpo flagelado del Maestro. Los discípulos se encontraban consternados por una parte recordando cada una de las enseñanzas del maestro, cada una de sus vivencias a su lado y por la otra asimilando lo que había acontecido hasta pocas horas antes; su muerte. Nosotros al igual que ellos, asimilamos su Palabra, observamos la ausencia física del Señor en el Sagrario, pero no en un sentido de tristeza devastadora, al contrario, en una esperanza alegre, porque confiamos en la promesa del Señor, su Resurrección.

En cada uno de los Evangelios se narra la actitud valiente y de esperanza de algunos discípulos de Jesús, digna de ser imitada por cada uno de nosotros. El Evangelio de Mateo nos narra: “Al atardecer vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también se había hecho discípulo de Jesús y se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregarán” (Mt.27,57-58). Este discípulo ha puesto toda su confianza en el Maestro, no tiene miedo y pide el cuerpo de Jesús para darle una sepultura digna, José nos enseña a todos los cristianos a no sentirnos derrotados ante el Sagrario vació, nos enseña a ponernos de pie, ponernos a trabajar tanto en nuestra vida interior y también en la fraternidad con nuestros hermanos sobre todo con aquellos que se encuentran más desprotegidos, es decir, dispongamos un lugar digno para el Señor en nuestra vida, para este gran momento que estamos esperando con fe y alegría.

Este mismo Evangelio nos dice: “María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas delante del sepulcro” (Mt.27, 61). Estas mujeres enseñan a la Iglesia, mediante esta escena, la actitud orante y reflexiva que debemos tener ante este misterio. Nuestra sociedad actual vive sumergida en un ritmo de vida demasiado acelerado que hace que vayamos perdiendo esta capacidad de contemplación y reflexión; este Sábado Santo, día de oración y silencio tenemos una oportunidad especial para dialogar con Dios, con nosotros mismos acerca de nuestra vida, de nuestro ser hijos del Padre Misericordioso. Pero cuidado después de reflexionar, no podemos quedarnos parados sin hacer nada, a ejemplo de estas mujeres, tenemos que ponernos en camino muy de madrugada y con un corazón renovado, para ser los primeros testigos del más Grande Misterio de Dios, su Gloriosa Resurrección.

Sigamos hermanos en esta actitud de silencio, oración y contemplación viviendo este Sábado Santo, estamos en el centro de nuestro Triduo Pascual, sigamos en esta dulce y santa espera de la llegada de la gran noche, en la que se cumplirán las promesas del Maestro, esperamos su Resurrección y nuestra Salvación.

Por: Seminarista Ángel Alberto Ventura