Mucho hemos oído hablar del duelo y de cómo superarlo, pero no tomamos en cuenta que hay muchos elementos que necesitamos tomar en cuenta.
Pasamos por este proceso debido a pérdidas que sufrimos, puede ser la ruptura de una relación, cambio de trabajo o casa, o la muerte de un ser amado, que es uno de los procesos de duelo más difíciles de llevar.
Los cuerpos, sentimientos y mente de las personas reacciona de manera diferente a ello, la pena es la respuesta emocional a la pérdida.
Muchas veces buscamos respuestas de cómo pasar por este proceso de forma rápida y poco dolorosa. Lutoproviene del latín Lugere, que significa llorar, así que pensemos que la función del duelo es restituir o sanar, por lo que no elaborarlo puede conducir a la persona a duelos no sanos o patológicos.
Los duelos pueden ser anticipados, es decir, que se inicia antes de sufrir la pérdida: ya has decidido que vas a mudarte a otro país, la idea de terminar una relación ha rondado por tu cabeza durante algún tiempo o han diagnosticado de alguna enfermedad a alguien cercano; y también están los duelos que se inician en el momento que se presenta la pérdida; los catalogados como “normales” son en los que se llevan a cabo todas las etapas sin atorarse en ninguna de ellas, y los “patológicos” son cuando la persona no manifiesta dolor, o el dolor no le permite vivir por la intensidad o su duración excede los 2 años.
Cada persona vive el duelo de forma diferente, unos más lentos que otros; esto depende de muchos factores, como la conspiración del silencio, la negación de nuestros sentimientos o tener otras penas sin resolver, con todo esto lo único que hacemos es frenar el proceso y olvidamos que debemos enfrentarlo y vivirlo.
Todo duelo no resuelto genera bloqueos emocionales que pueden afectar más adelante el desenvolvimiento que tengamos, ya sea en una nueva relación, en la aceptación de las consecuencias de los actos, de las responsabilidades o en el tipo de trato que tenemos y recibimos de los demás. Cuando no permitimos que las lágrimas se liberen vamos conteniendo energía; llorar después no tiene el mismo efecto liberador, ya que se interrumpió el fluir de las emociones y la tensión empleada para contener las lágrimas seguramente se verá reflejada en tensiones corporales o enfermedades.
Se le debe comparar con las heridas físicas: “lo que sana mi herida es el tiempo y el cuidado que le dedico”.
Hay un punto muy importante que debemos tener en cuenta también, dependiendo el género, es el proceso. Sí, incluso en esto, ser mujer u hombre afecta.
A los hombres se les “permite” experimentar alegría y enojo, pero no miedo, afecto ni tristeza; esto es un constructo social y cultural, pues es un modelo que le exige a los hombres que sean poderosos, independientes, invulnerables, dominantes y represores de sus emociones, lo que, en consecuencia, los hace más reprimidos, no hablan tan fácilmente de sus sentimientos y, muchas veces, se sienten débiles y vulnerables en situaciones en los que involucren las muestras de afecto o dolor.
Su duelo suele ser “ilegítimo”, ya que normalmente no reconocer que están pasando por un proceso de duelo; suelen sentirse solos y alejados de los demás; no buscan apoyo y -prefieren guardar todo para ellos mismos.
En cambio, las mujeres tienen más disponibilidad para hablar, compartir y expresar sus emociones y sentimientos, lo que facilita la tarea del duelo.
Hay algunos puntos clave para manejarlo de manera adecuada, que no requieren de otra cosa más que sinceridad con uno mismo y el reconocimiento de quiénes somos y de lo que sentimos, aceptar que lo que se ha perdido es significativo e importante, aprender a vivir con el dolor por un tiempo; tolerancia a la frustración por la falta de control en la situación y aceptar que estoy sufriendo, pues esto es un proceso que requiere tiempo y cuidados.
El duelo en 5 etapas:
- Negación.
La persona sufre de anestesia emocional, no puede creer lo que le está sucediendo, se apodera de un estado de entumecimiento e incredulidad, dice frases como: “no es cierto”, “esto no puede ser”.
Esta reacción es un mecanismo de defensa que poseemos para que todo nuestro ser pueda reunir sus recursos internos y poder enfrentarse más tarde a los cambios que vendrán. Si al cabo de seis semanas la persona sigue luchando con su dolor o se siente aún incrédula de su realidad, está negando sus sentimientos.
- Enojo.
Se puede expresar externamente, se proyecta hacia otras personas, cosas o situaciones. También se interioriza en forma de depresión. El miedo a estar solo, a lo desconocido; todo lo nuevo a lo que te enfrentas al perder algo que te era familiar y cotidiano puede resultar aterrador, pero hay que aceptar el hecho de que tu vida debe continuar. Las preguntas más frecuentes son: ¿porqué a mí?, ¿porque no a los demás?.
- Negociación.
Tiene como fin intentar posponer lo inevitable, generalmente se negocia con el ser supremo en que se crea, se intenta llegar a un “acuerdo” para tranquilizarte temporalmente, pero es sólo una forma de intentar obtener más tiempo.
- Depresión.
Es el enojo dirigido hacia adentro, incluye sentimientos de profunda tristeza, desamparo, falta de esperanza, a veces de culpa por lo que pudimos haber dicho o hecho y no lo hicimos.
A pesar del profundo dolor la persona puede continuar con su vida, viviendo días más difíciles que otros. En esta fase es normal decir: “estoy triste, pero bien”. Se plantea la pregunta: “¿para qué?” Queriendo llenar de significado su vida.
- Aceptación.
La tarea ha realizarse es la adaptación a un mundo nuevo, diferente al anterior: sustituir la relación presencial por la nostalgia y los recuerdos. Es cuando se reorienta la energía, el amor, interés o dedicación en nuevos proyectos, ilusiones y motivos para vivir el presente sin adherirse al pasado.
Hay muchos factores que nos ayudarán a vivir un duelo sano. La única forma de salir fortalecido de este proceso es aceptarlo y vivirlo de forma digna y lo mejor posible, y para ello necesitamos hacer consciente que vamos a pasar un mal rato, pero que será para mejorar al finalizar todo.
Date permiso de estar de duelo y ten paciencia, recuerda que platicar con alguien sobre cómo te sientes podrá ayudarte. Sal con tus amigos o familia a realizar actividades nuevas y que te interesen. Cuídate y busca formas de relajarte, de ejercitarte y encontrar en ti mismo la fuerza necesaria y las ganas de salir del bache.
Si queremos mantener nuestra salud emocional y encontrarle un sentido a la vida después de una pérdida, debemos elaborar nuestros duelos. No huyamos del proceso, bien reza un dicho “lo que no te mata, te fortalece”