Quien bien te quiere, te hará café

Dicen que un café es un abrazo atrapado en una taza, por eso, quien te quiera de verdad te lo preparará dulce y bien caliente para que encuentres alivio y relativices el nudo de tus problemas. Cuando tomes ese primer sorbo, parte de las penas se habrán deshilachado como el vapor que huye de esa bebida fabulosa, oscura y vital.


A menudo, comentamos aquello de que la vida es eso que empieza después de una buena taza de café. Eso mismo es lo que debieron pensar en los monasterios del Yemen en el siglo XV cuando, según diversos documentos históricos, empezaron a moler los granos para obtener una bebida extraordinaria a la que llamaron qahhwat al-bun (vino de la habichuela) y que más tarde, abreviaron como  qahhwat (café).

“El café ayuda a quien duerme poco y sueña mucho”

Nadie quedó indiferente a sus efectos desde su descubrimiento, a su acción vitalizante, a esa grata energía y a ese aroma embriagador capaz de crear auténticos adictos a la cafeína. Tan inquietante fue su efecto, que cuando llegó a Europa en el siglo XVII los sacerdotes católicos no dudaron en llamarla “la amarga invención de Satanás”.

En la actualidad, esta “diabólica” bebida es parte indiscutible de nuestra dieta cotidiana. También es motivo de un ritual casi mágico sobre el que se construye toda una serie de dinámicas psicológicas, dotadas de increíbles beneficios para nuestra salud física y emocional.

Hoy quiero reflexionar sobre ellas, ¿me acompañas?

El café y la depresión

El café no da la felicidad, pero genera las condiciones idóneas para que podamos experimentarla. Puede que esta idea nos parezca algo exagerada, pero basta con analizar una serie de datos para llegar a esta misma conclusión. Según un estudio publicado en el 2011 en “Archives of Internal Medicine“, el consumo regular de café (unas tres tazas diarias), reduce los índices de depresión.

Ahora bien, aquí llega un matiz que hizo aún más interesante este estudio: los datos solo fueron significativos en el caso de las mujeres. En el caso de los hombres, el consumo regular de café se asocia muchas veces a un aumento de la ansiedad. Sin embargo, en el género femenino el impacto para la salud emocional es muy positivo

La razón de esta diferencia en cuanto a sexos reside en el propio ritual construido alrededor del café. Las mujeres, por término medio, suelen ser más proclives a reunirse en una cafetería, a hacer un deseado y merecido descanso junto a una buena taza de café mientras entre ellas, facilitan el desahogo emocional. La tazas sobre la mesa solo son excusas para mantener esa comunicación empática, tan beneficiosa, que permite relativizar problemas, sanar tristezas, miedos, preocupaciones, etc.


La vida y sus presiones quedan de pronto contenidas por un muro invisible, las aparta de esa mesa en la que un grupo reducido de mujeres crean un refugio fabuloso de intimidad. El café actúa como estimulante de nuestra química cerebral, de manera que hace de llave de paso para determinados neurotransmisores, como la serotonina o la dopamina. No obstante somos nosotros, quienes impulsados por su efecto, le damos su auténtico valor terapéutico y sanador.

Un café con alguien a quien quieres

“Ven, vamos a tomar un café y hablamos”. Esta frase tan habitual en nuestras vidas encierra mucho más que un simple encuentro o que la toma de esta bebida que alguien en el pasado, catalogó como “diabólica”. Quedar a tomar un café tiene un motivo y una finalidad, y no es otra más que reforzar los vínculos con las personas que nos son significativas.

“El café huele a cielo recién molido”

Si lo pensamos bien, el complejo rumor de nuestras sociedades, marcadas por las prisas, las presiones y los objetivos que cumplir, nos dejan poco espacio para tomar conciencia del aquí y ahora. La mayor parte de tiempo nos limitamos a realizar actividades que podríamos definir como de “mantenimiento”: vestirnos, comer, coger el coche, el autobús, esperar colas, trabajar, volver a casa…

Tomar un café con alguien es un modo sensacional de romper este flujo vital neutro y aséptico. Supone abrazarnos con fuerza al presente para deleitarnos de un instante significativo, sanador y energético. Porque compartir buenos momentos, aunque sean breves, es un modo sensacional de disfrutar del presente y de darle sentido.


Hazlo, el café mejor en compañía

Para convencerte de los extraordinarios beneficios de tomar un café en buena compañía, te proponemos reflexionar unos instantes sobre estas sencillas ideas.

- Tomar café estimula la producción de endorfinas. De este modo, favorecemos aún más esa conexión emocional con las personas que nos son queridas, creando un círculo de bienestar que retroalimenta nuestro equilibrio mental.

- Compartir buenos momentos día a día junto a una taza de café nos permite invertir en esa reserva cognitiva que garantizará la buena salud de nuestro cerebro.

- En momentos de dificultad, de angustia vital o de estrés, antes de encerrarnos en un baño o en una habitación para llorar en silencio, hazlo: queda con alguien para tomar un café, prepara una taza bien caliente y comunica, pon en voz alta esas preocupaciones para hallar consuelo con esa persona que siempre sabe escucharte como mereces.

Los expertos indican que podemos tomar hasta tres tazas de café al día. Sería estupendo que compartiéramos de forma regular una de esas tazas con buenos amigos; con esos amigos de verdad que disuelven las penas de nuestro ser con el azúcar de su corazón, y nos ayudan a ver nuevas perspectivas en la superficie tibia pero siempre reveladora de un buen café.