¿Es el mismo ser Lucifer, el Demonio, Satanás y el Diablo? ¿Existe una religión que adora al Ángel Caído? ¿El 666 es realmente el número de la bestia?
Fuego, cuernos y tridente. El Demonio de la tradición cristiana se ha terminado convirtiendo en una forma casi parodiable, que no corresponde con lo que dice de él la Biblia (el texto cita a Satanás unas 36 veces y al Diablo 33 veces) ni con el mito del ángel caído que desafió a Dios. La propia Iglesia considera estos temas poco agradables y no suele deternerse mucho en ellos.
¿Es lo mismo Lucifer, el Demonio y Satanás?
La palabra demonio o daemon procede del griego «demon» (genio), un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que usualmente resulta malévolo. Así y todo, la connotación negativa fue algo que distintas religiones de Oriente Medio fueron añadiendo al concepto de daemon con el paso de los siglos.
En el Antiguo Testamento al adversario de Dios se le llama «Satán», que significa literalmente enemigo u opositor. Paradójicamente, el Satán reflejado en los estratos más antiguos de la Biblia nada tiene que ver con ángeles caídos, ni con demonios corrientes, ni con el origen del mal... simplemente es un ángel a las órdenes de Yahvé encargado de ciertas tareas desagradables. Es más adelante cuando Satán ocupa en la narración el puesto del antipoder frente al Dios Creador, aunque la existencia de este antipoder se intuye ya en el Génesis.
En el Nuevo Testamento, a Satanás se le nombra como «Diablo», que viene del verbo griego «diaballo» (acusar). Otros apelativos que recibe Satanás son Legión, Príncipe de los demonios, Beelzebub, Mentiroso, Padre de la mentira, Pecador desde el principio, Tentador, Maligno, Espíritus malignos, Espíritus inmundos o impuros, Homicida desde el principio, Señor de la muerte, Dragón, Serpiente antigua, Belial, Dios de este mundo, Poder de las tinieblas, Seductor del mundo entero, Ángel de Satanás o Acusador.
Lucifer, por su parte, no está mencionado en el Antiguo Testamento, no al menos directamente, significando «estrella de la mañana» o «el que lleva la luz». Según los textos del renombrado exorcista P. Gabriele Amorth, Lucifer sería el nombre propio del segundo demonio en importancia en la jerarquía demoníaca. No obstante, para el Cristianismo Satanás y Lucifer son la misma cosa.
¿Quién es el Ángel caído?
Según la tradición cristiana, Lucifer representa al ángel caído, ejemplo de belleza y sabiduría, a quien la soberbia le condujo a la oscuridad. En consonancia con el pensamiento de Santo Tomás, el pecado de soberbia consistió en pretender obtener la bienaventuranza sobrenatural no como un don gratuito de Dios, es decir, por su gracia, sino por sus propias fuerzas. Desde su rebelión en la que arrastró a un tercio de los ángeles (Apocalipsis 12:4), es denominado el adversario de Dios, si bien designar a Lucifer como Satán es un invento cristiano procedente –en opinión de Antonio Piñero, catedrático de filología griega en la Universidad Complutense– de «una exégesis particular por parte de los Padres de la Iglesia de un pasaje de Isaías, concretamente el 14,12 5».
«¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de las naciones! Tú que habías dicho en tu corazón: ‘Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión... subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo’. ¡Ya! Al sheol (mundo subterráneo) has sido precipitado, a lo más hondo del pozo», escribió Isaías para celebrar la muerte del Rey asirio Sargón II. La referencia al Rey como «Lucero, hijo de la Aurora» fue entendida por los Padres de la Iglesia como una denominación al Diablo.
En el cristianismo ambos conceptos son hoy similares, con la diferenciación generalizada de que Lucifer es el nombre del «Príncipe de los demonios» antes de su caída; y el nombre de «Satán» es el que adoptó tras su caída.
¿Por qué se menciona a Jesús como lucero del Alba?
Jesús es mencionado en varios versículos como la estrella o el lucero de la mañana, como así sucede en Apocalipsis 22:16: «Yo, Jesús, [...] soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana». Pero todo se debe a una reinterpretación posterior. En opinión de Antonio Piñero, cuando los autores cristianos de finales del siglo I (Apocalipsis) o del primer cuarto del siglo II emplearon «lucero de la mañana» aún no se había asociado ese sintagma con el Diablo/Belial. «No hay el menor motivo de asombro o de desdoro al leer esos textos cristianos, porque los autores del Nuevo Testamento jamás comparaban el lucero de la mañana con Lucifer/Diablo, que el fin y al cabo sólo significa el “portador de la luz”».
¿Dónde habita el demonio?
Según el libro del Apocalipsis, Cristo vencerá a Satanás y lo enviará a una prisión (el infierno) «para que no engañe más a las naciones» y no pueda acceder más al Cielo ni la Tierra. Para la mayoría de autores, la suposición de que Satanás gobierna o habita como Rey del infierno carece de base bíblica. Cuando vaya lo hará como prisionero, no como rey. La imagen del Diablo como monarca infernal se basa en gran medida en los escritos literarios, en especial de Dante y Milton, quien pone en su boca la frase en «El Paraíso perdido» de que «es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo».
La suposición de que Satanás gobierna o habita como Rey del infierno carece de base bíblica
Pero, ¿qué es el infierno para los cristianos? El vocablo infierno proviene del latín infernun que significa «inferior» y que, en la mayoría de las religiones monoteístas, representa el lugar en el que las almas de los muertos son torturadas como castigo por los pecados que cometieron en vida. En este mismo libro hay referencias a la condenación con imágenes de los caídos «arrojados al estanque (o lago) de fuego que arde con azufre». Este material es recurrente al hablar del infierno cristiano, relacionando el azufre pues con la destrucción y el castigo, a la vez que con la purificación del alma.
¿Cuál es el objetivo del Demonio?
El Nuevo Ritual de los exorcismos promulgado en 1998 incluye un resumen de la doctrina sobre Satanás de la Iglesia católica que explica que entre las criaturas angélicas al servicio del plan divino aparecen «algunas caídas, llamadas también diabólicas, las cuales, opuestas a Dios y a su obra y voluntad salvíficas cumplidas en Cristo, intentan asociar al hombre a su propia rebeldía contra Dios». El objetivo del Diablo es seducir con mentiras a todo el mundo y «hacer la guerra a aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Su fuerza se manifiesta como «‘poder de las tinieblas’, puesto que odia la Luz, que es Cristo, y arrastra a los hombres hacia sus propias tinieblas». El intento del Maligno es impedir que «vivamos para Dios» (Rom 14, 8).
¿Por qué permite Dios su existencia?
Plantea el Cuaderno Humanitas número 22, revista de Antropología y Cultura cristianas, dedicado a Satanás y su obra que «el Demonio y los demonios no son males absolutos sino seres que tienen una raíz de bien recibida de Dios, pero radicalmente distorsionada por un acto libre que los colocó irrevocablemente en una posición de rebelión contra Dios». Satanás no es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser un espíritu puro, pero solo una criatura: «no puede impedir la edificación del Reino de Dios». En este sentido, este mismo texto aclara que para los cristianos «el hecho de que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que aman».
¿Quién es realmente la serpiente que tentó a Eva?
En el conocido relato de la caída de Adán y Eva (Génesis 3), un ser maligno y seductor, encarnado en la serpiente, intervino de modo decisivo para que la pareja desobedeciera a Dios y tuvieran que abandonar el Paraíso. La serpiente antigua es relacionada con la tentación a los primeros padres en el Paraíso, en la que el Demonio se presenta bajo la apariencia de una serpiente. No obstante, a este poder malvado no se le llama en ningún momento Satán ni Diablo.
¿Qué forma tiene?
La idea del Demonio como un ser hermoso es señalada por el profeta Ezequiel, que destaca la belleza y perfección de este «querubín grande» (ángeles de alto rango asociados con la presencia y la gloria de Dios): «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor...». Lo cual no significa que su hermosura sea física, no cuando se trata de un ser inmaterial. Para la religión cristiana su forma es la de un espíritu, que en la filosofía griega, luego heredada por los cristianos, se traduce como un ser que no depende de la materia, ni en su existencia ni en su actuación.
La simplista vinculación de Satanás con el macho cabrío, cuernos y rabo incluidos, deriva probablemente de que la cabra solía ser un símbolo de fertilidad y perversión en la Antigüedad. Sin ir más lejos, una deidad adorada en la antigua Babilonia llamada Baphomet era representada con una cabeza barbada y con pequeños cuernos. Y lo mismo ocurre con el dios Pan de la mitología griega o con los faunos en la mitología romana. Asimismo, la cabra es una forma de confrontación con la idea del «Cordero de Dios» (el que quita los pecados del mundo).
Eso sin olvidar que los demonios adoptan diferentes formas de animal en la Bíblia: langostas, osos, escorpiones, dragones, leones... A lo que se suma la larga lista de animales tenidos por demoniacos a lo largo de los siglos: gatos, serpientes, dragones, moscas, cabras, búhos, ratas, gallos, etc.
En el Génesis se describe al ser representante del antipoder como un Leviatán (enrollado), esto es, una bestia marina del Antiguo Testamento creada por Dios. Y en el Apocalipsis, Satanás tiene forma de Dragón rojo.
El falso número de la bestia
El número 666 se suele identificar con el Diablo o con el Anticristo porque el último libro de la Biblia habla de una bestia de siete cabezas y diez cuernos que sale del mar y que lleva un nombre en forma de número: 666 (Revelación [Apocalipsis] 13:1, 17, 18). Hay que recordar aquí que el significado en la Antiguedad del número 6 es de imperfección (por faltarle una unidad para la perfección del número 7), de modo que el número 666 representaría la imperfección llevada hasta el extremo.
En cualquier caso, no está claro si el 666 es la marca del Demonio o probablemente represente a algún personaje histórico de la época identificado por los primeros cristianos como el Anticristo. Siguiendo distintos juegos numéricos, se puede llegar a concluir que el número señala al emperador Domiciano o a Nerón, que persiguieron a los cristianos en la época de la escritura del Apocalipsis, o en general a los Césares romanos, que se autoproclamaban dioses y que exigían a sus súbditos que así fueran adoradas sus estatuas.
Algunas investigaciones también sugieren que el número 666 es erróneo, ya que existen algunas versiones del libro que datan del siglo II o III y que tienen como número de la Bestia al 616.
¿Existe una religión que adora al Ángel Caído?
El Yazidismo es una religión de Oriente medio que se remonta al año 2000 a.C. y que cuenta con cerca de 700.000 miembros (la mayoría en Irak). Este credo adora a Malak Taus, el ángel caído que dirige a los arcángeles y a menudo está representado por un pavo real, lo que le ha valido la vinculación poco precisa por los cristianos y musulmanes con Satanás o Lucifer («Portador de luz»). No en vano, la veneración hacia Malak Taus, que nació de la iluminación del ser supremo, sigue siendo motivo de muchos interrogantes dada la personalidad rebelde, orgullosa e incluso tiránica de este ángel.
El demonio Lilith
«Y de la costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces a Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada», relata el libro del Génesis sobre la creación bíblica de la primera mujer en la faz de la tierra: Eva. No en vano, una extendida interpretación rabínica considera que la referencia, en un versículo anterior, a que «Dios creó varón y hembra los creó» significa que hubo otra mujer antes. Según esta tradición judía, Lilith es la mujer que precedió a Eva, y que, una vez abandonó a Adán, se convirtió en un demonio que rapta a los niños en sus cunas por la noche y una encarnación de la belleza maligna y la madre del adulterio.