ORACIÓN POR MI MADRE


Dios mío, hoy no quiero nada para mí, ya me has dado más de lo que merezco, has llenado tu estancia de todas las flores las más amadas y consentidas, me has levantado cada día con una oración que muchas veces mis labios no repiten, con las caricias que tantas veces no he devuelto, con la infinidad de besos y palabras dulces y con el aliento en mis días de aflicción sobre ese regazo que has donado a mi vida, el tibio y blando regazo de mi madre. 

Hoy con mi corazón humillado, de rodillas ante ti que eres el Rey verdadero, ante quién no hay orgullo, ni pereza ni desánimo, que eres esa lámpara encendida diariamente en todos los ojos, en todas las alas que se levantan desde el ocaso a trinar, en las cascadas incansables de tus ojos que riegan día a día éste planeta tan olvidado y donde el hombre pareciera haber perdido su norte, pues su vida gira en torno al dinero y a pisotear a los demás, olvidándonos tantas veces del único motivo por el que nos enviaste: el amor. 

Ante tu luz que está en todo sitio donde te invoque, que eres la única gloria; quien merece nuestros honores, vengo a pedir por la salud de una mujer que muy bien conoces, la que día a día pasa cuentas y sus labios sonríen ante cada amanecer, esa señora que supo parirle a la vida todos los hijos que plantaste en su vientre y los recibió como un regalo tuyo, y ha vivido una vida en humildad y generosa entrega, a ella que hoy está aquejada por una enfermedad que quiere vencerla, tú eres la vida, el aliento la fuerza, la salud, te pido tu mano poderosa por su cuerpo en éste momento, que se renueve y esta enfermedad la abandone y abandone a quienes están con ella, sólo tú eres la salud en la enfermedad del cuerpo y del alma y es a ti al único que me atrevo a pedir algo si miedo ni temor al rechazo.

Tú eres mi Jefe mayor, mi pintor, mi músico, eres el todo por quien vivo y existo y es tu voluntad la que debo acatar, pero mi corazón me lleva a hincarme hoy ante ti para rogar por ella, que me dice que aún quiere vivir, que ama la vida, ama todo lo que plantaste en su viña y eres padre generoso y bueno que escucha en tiempo de aflicción y conforta en el mismo a tus hijos buenos, y ella aún casi sin aliento no tiene otra palabra en sus labios sino tu nombre: JESÚS.

Amén.