Oh Purísima Virgen María de San Juan,
cuanto se regocija mi alma al contemplarte el eminente trono de gloria en que te coloco el Altísimo,
como digna Emperatriz del cielo y de la tierra,
para que desde tan alto puesto dirigieses los destinos de los mortales con tu poderosa intercesión.
Yo, Señora,
animado de esa confianza y persuadido de que si una Madre del mundo es incapaz de abandonar a sus hijos,
Tu, como Madre nuestra y mediadora entre Dios y los hombres,
es imposible que desprecies al que de corazón implora tu maternal amparo;
con el mas crecido gozo acudo a Ti,
para que acordándote que soy tu hijo, eleves tus ruegos al Señor a favor de esta miserable creatura;
pídele, Señora,
que aparte su rostro de mis iniquidades y que por tus pechos virginales que alimentaron,
libre mi alma de caer en culpas mortales,
aleje de mi los rigores de la necesidad y la amargura de los padecimientos,
le de acierto en su gobierno a nuestro sumo Pontífice y a todos los jefes de la Republica,
y que fortalecidos todos los mexicanos en la fe de nuestra Santa Religión,
gocemos de una paz y tranquilidad que nos haga felices en esta vida y después nos permita entonarte canticos de
alabanzas en el cielo.
Amén.
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